Noticias

¿Qué siente un deportista de élite al retirarse?

Al incontable número de horas de entrenamiento acumuladas a lo largo de los años, se suman las dedicadas al cuidado del cuerpo y la mente con los fisioterapeutas, médicos, psicólogos, dietistas… una larga lista de actividades necesarias, que nosotros, los deportistas de alto nivel, debemos cumplir para llegar a la élite de nuestra modalidad deportiva. 

Es un hecho que la alta competición hace mella en el cuerpo, las lesiones están a la orden del día, aprendes a vivir y a entrenar con dolor constante. No puedes parar de entrenar, porque parar significa perder tu forma física, y perder tu forma física significa perder tu puesto en el equipo. 

Esta es la mentalidad del deportista de alto nivel: si quieres llegar a lo más alto, es necesario sufrir, y cuanto más aguantes dicho sufrimiento sin dejar de avanzar, más arriba serás capaz de llegar. Este dogma desgasta muchísimo tu mente, te somete a una presión constante que acaba quemándote por dentro. 

En los deportes de equipo si uno no está acertado un día, se siente cansado o desmotivado, tus compañeros pueden empujar el barco por ti y acercarte un paso más hacia el objetivo soñado. Por el contrario, en los deportes individuales, como es el caso de la gimnasia, toda la responsabilidad acerca de tu rendimiento recae sobre uno mismo. Estás tú y nadie más. Tu entrenador te guiará, te aconsejará y te apoyará en el camino, pero al final, en el momento donde se demuestra si vales o no para esto, si mereces la medalla o no, estás tú solo contra el mundo.  

El éxito o el fracaso deportivo  se mide en base a tus resultados. Si ganas eres el mejor, si pierdes no eres nadie. La presión existe, tanto por parte de tu entrenador, como por parte de la federación, de tu familia, amigos… es tan alta nuestra autoexigencia y nuestras ganas de demostrarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean que valemos para esto, que en numerosas ocasiones extrapolamos nuestros triunfos y derrotas deportivas a nuestra vida social. Definimos nuestro valor como persona según nuestro rendimiento como deportistas. Acabamos aceptando que si no cumples tus objetivos, te conviertes en una persona “no válida”.

¿Entiendes ahora, por qué tantos deportistas caen en depresión y sufren en su periodo de retirada? De repente te plantas en un mundo nuevo, fuera de tu burbuja deportiva, fuera del ámbito donde destacas, nadie te conoce, y las dudas te invaden. Empiezas desde cero, ya no perteneces a la categoría de deportista profesional, ya no das resultados, por lo tanto, los organismos deportivos que te habían apoyado hasta el momento, se desentienden de ti. ¿Y ahora qué?

Durante un tiempo, andas perdido por el mundo intentando encontrar algo que llene ese gran vacío. No tienes horarios ni exigencias diarias, de repente tienes tiempo libre, demasiado tiempo libre… y empiezas a pensar: ¿Qué puedo ofrecer al mundo? La respuesta a esta pregunta tarda en llegar, a veces meses, a veces años… pero tarde o temprano aparece, y cuando la encuentras la llama se vuelve a encender.  Empiezas a conectar con “la vida real” aprendizajes de tu vida deportiva, te empiezas a dar cuenta que muy poca gente tiene un valor del esfuerzo y sacrificio tan alto como el tuyo, que pocos son comprometidos al 100% con los objetivos a alcanzar, que eres capaz de gestionar situaciones de presión y exigencia con relativa facilidad… se empieza a abrir un camino lleno de nuevas motivaciones frente a ti, donde tus conocimiento adquiridos como atleta profesional, te pueden hacer destacar en otros ámbitos que hasta ahora desconocías. Y es que si los deportistas profesionales tenemos algo en común, es que no nos conformamos con dar menos de nuestro 100% en cada una de nuestras tareas diarias. 

Todo este proceso de reflexión lo sueles hacer solo, ya que temes reconocer que estás perdido en la vida, por miedo a que los que te rodean cambien la percepción que tienen de ti. Acepta que estás perdido, que no sabes hacia donde moverte, asume ese dolor interno y frustración, ya que es necesario pasar por esa montaña de emociones, para poder avanzar al siguiente capítulo de tu vida. No te sientas un fracasado, no pienses que estás solo, todos hemos pasado por ahí. CONFÍA en ti mismo. Todo lo que has aprendido hasta el momento va a dejar huella en tu futuro, trata de encontrar tu nueva motivación y prepárate para cuando la encuentres, porque tú mejor que nadie, sabes que no va a haber “ni dios” que te pare.